sábado, 28 de noviembre de 2009

Esa amiga tan particular

- ¿Aló, hablo con Leonardo Fernández?
- Si, con él. ¿Con quién hablo yo?
- María Luz García Huidobro. Qué gusto de oírte Leonardo. Yo estoy de paso en Chile, porque a mi padre tuvieron que internarlo grave en la UCI de la clínica…
- María Luz…, es increíble que después de casi 30 años, estemos conversando nuevamente.
- Tremendo gusto de escucharte también. Siento mucho lo de tu papá.
- Era algo que toda la familia lo esperaba, así es que estamos bastante resignados…
- ¿Tú estás alojando en casa de tus padres en Santiago, para irte a saludar?
- No. Yo estoy viviendo temporalmente en una parcela que me prestaron en El Arrayán.
- Me dijeron que tú visitabas a Juan Manuel Rodríguez. ¿Es cierto que es una planta viviente? …el pobre, me contaron que luego de su hemiplejía, perdió la movilidad, el habla, le tienen que dar de comer, lo bañan, pobrecito… así al menos, me contaron.
- ¿Quién te contó semejante exageración?
- Mis parientes. Amigas, primas,…tú sabes que tenemos primas comunes con él.
- Es verdad que tiene una hemiplejía, pero él conversa con dificultad, camina con bastón ortopédico, se jubiló por invalidez, es muy alegre y bueno para reír, además hace su vida normal, como todas las personas.
- Menos mal… oye, tú no sabes las ganas que tengo de verlos a ambos. Los invito a los dos para que vengan a comer conmigo este viernes, como a las siete y tú lo traes.
- Va a ser una alegría para él verte, así es que lo llevo y traigo.
- Me contaron que su señora es muy celosa y no deseo tener problemas. Habla tú.
- Bueno…, yo me encargo.

Luego de hablar por teléfono con Juan Manuel, él se mostró gratamente complacido, pero le solicitó a Leonardo que hablara con su señora, porque así tendría mayor respaldo para plantearlo, si iban los dos.

Con la comprensión de las señoras, partieron ambos amigos al encuentro de María Luz en el camino al Santuario de la Naturaleza.

Tocaron el portón de madera y otra puerta de peatones, con la mano, con piedras, hasta que al rato aparecieron las cabezas de dos hombres de turbantes, y poco después una mujer joven, de raza negra, de rostro muy hermoso, pelo corto y buzo azul, que mostraba una bella figura, que los miró en absoluto silencio.

- Venimos a ver a María Luz García Huidobro.
- Oui…, dijo cerrando nuevamente la puerta. Minutos después abría completamente el portón para ingresar el auto. Juan Manuel reía por la sorpresa.

Comenzaron a subir lentamente, usando siempre su bastón ortopédico, apuntalado del brazo, un sendero de piedras en el prado, del que también a la vez bajaba una mujer con una túnica negra que tapaba su rostro. Ella era inmensa, pero de gorda. Cuando se fueron acercando comenzó a asomar muy lentamente sus ojos. ¡Era María Luz!

Siempre era tan extravagante para todo, hasta para engordar. Abrazos largos y apretados, sonrisas y caras de incredulidad al observarse después de casi 30 años.

La alegría los invadió a todos tras el encuentro.

Copas en mano, hicieron los brindis por la amistad de adolescentes, de tiempos del colegio, de las fiestas con bailoteos en las casas, cuando la luz estaba siempre encendida y las muchachas tomaban “primavera” y ahora, todos maduros con un trago en la mano.

A medida que pasaban los minutos, se daban cuenta que eran los mismos tres de antes, que estaban con más años, pero sonrientes, contentos y muy entretenidos.
Juan Manuel y ella se miraban constantemente en señal de complicidad, de lo que en el pasado dejaron pendiente entre ellos.

A la hora de pasar a la mesa, nuevamente apareció la belleza negra con las bandejas, que colocó para que ellos se sirvieran.

Entonces Leonardo se dio cuenta que estaba sin cigarrillos para el café y la sobremesa.

- María Luz, voy a ir al Arrayán a comprar cigarrillos.
- No, tú no puedes salir. Le pido a mi doncella que vaya a comprarlos. Escribe la marca, el precio y ella va corriendo.
- Tú estás loca. ¿Cómo va a ir corriendo si los locales están a más de 5 kms?
- No. Te digo que ella está acostumbrada a correr. No se demora nada en volver.

Le entregó el dinero y el papel a la belleza de zapatillas blancas, y pasaron a sentarse, comenzando a sonar levemente los cubiertos, los platos y los brindis con el tinto, siempre con grandes risas. La gordura de ella la mantenía con el cutis lozano, tan joven como antes. Su rostro todavía conservaba la belleza y el encanto de antaño.

A los pocos minutos llegó la velocista con los cigarros y el cambio. Cada vez que ella ingresaba o salía, hacía un saludo reverente a su patrona con una inclinación corporal.

Luego del postre, el café, junto al whisky con hielo, la anfitriona comenzó a extrovertir muchas confidencias, partiendo por recordar que ella cuando estaba en el colegio era muy coqueta, muy audaz con los hombres que le gustaban, demasiado osada para los tiempos y su padre era un hombre del banco, muy conservador, que cuidando celosamente a su hija y su carrera, pasaban ambos en grandes conflictos en los que ella terminaba brutalmente golpeada y castigada por él.

- Me hizo la vida imposible hasta que llegó un momento en que yo tenía como 22 años y me fui de la casa, porque me pasaba dando palizas y castigos. Yo comenzaba con mis primeros pitos y drogas.
- ¿Y tu hermana pasó por lo mismo?
- No, ella no fue rebelde, fue a la universidad y después se casó. Mi papá estaba feliz de tener una hija como mi hermana. Yo creo que comenzó a ser aún más feliz cuando se enteró algunos años después, que yo me había ido a vivir a EEUU.

Allá conocí a un gringo estupendo, pero drogado hasta la nuca, que me enredó más en las drogas, la cocaína, y el crack, para terminar ambos botados, durmiendo en el suelo o en casas de sus amigos.

Cuando se enfurecía me pegaba y yo recordaba a mi padre nuevamente golpeándome.

Un día me arranqué y me fui a otro Estado. Allí también tenía necesidad de cariño, de alguien que me protegiera y me emparejé con un tipo bueno para tomar, que yo debía traerlo borracho de regreso a casa, porque no se mantenía en pie.
Mi vida era muy difícil. Me traté de zafar del borrachín, pero me perseguía, me celaba.

El recorría las calles en invierno entrando en los cafés y cuando me encontraba, armaba escándalos espantosos. Varias veces llamaron a la policía y se lo llevaron preso por agredirme dentro de un local.

En estado de shock, los dos amigos escuchaban atónitos los tremendos desatinos, abandonos y sufrimientos que narraba la amiga, sin siquiera pestañear, ni interrumpir.

Finalmente llegué a Nueva York, donde estudié, me puse más racional y saqué el inglés perfecto que necesitaban en las empresas. Como era joven, de tez blanca, pecosa, podía pasar por gringa con acento y fui contratada por una empresa internacional. Tenía mis cosas por ahí, porque yo no podía vivir abstinente sin pareja, pero un día conocí a un importante africano, culto, rico, buena pinta, moreno casi blanco y tuvimos un tremendo romance.

Con mi “Omar Shariff” nos veíamos cada dos meses durante una semana, porque iba y venía. Me enamoré hasta “las patas.” Un día me pidió si quería irme a vivir con él a la república del Chad, en África central. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía perder?

Hice mis maletas y partí a encontrarme con él al aeropuerto. En el vuelo me pidió en matrimonio como su cuarta esposa. Tuve que aceptarlo como polígamo y me hice musulmana para casarme.

No soy cristiana. Me convertí al islamismo. Es Alá en quien creo, por eso visto túnica. Aquí ando tapada por el frío. Allá no puedo mostrar mi rostro en la calle. Claro que tuve que adaptarme a compartirlo con otras tres mujeres que con el tiempo me han tratado bien: no tengo de qué quejarme. Estoy acostumbrada, tengo un regio auto, vivo en una mansión donde hay guardias, diez doncellas y viajé con algunos.

Allá en la casa tenemos visitas ilustres, unos son riquísimos que tienen jet privados, otros son muy cultos porque estudian fuera, aprenden cuatro idiomas y lenguas antiguas, además de sacar dos profesiones. La política internacional es el tema recurrente.

Claro, el país es muy atrasado, pobre y analfabeto.

De pronto se paró por unos instantes y salió del living de la casa y ellos escucharon que hablaba por teléfono en francés con su marido. El estaba viajando por España haciendo negocios. A continuación oyeron como daba órdenes en francés a unos tipos y volvió. Se sentó, entonces comenzaron las preguntas de ellos y así ocurrió toda la noche, entre tragos, preguntas, risas, muchas lágrimas y ojos muy humedecidos.

En unos quince días regresaré a mi casa con mi hija de tres años, que se encuentra durmiendo. Al menos habrá conocido a sus abuelos antes que sea tarde.

- Que bueno que tienes una niñita. Te felicito. ¿Es la única o hay más?
- Es la única y será la única. ¿Quieren verla como duerme? Se me pasó la edad para tener hijos. Hoy tengo edad para ser abuela. Esta niñita es la luz de mi vida que me da esperanzas para vivir a diario.
- Oigan chiquillos, lo he pasado mejor de todo lo que hubiera esperado en mi vida. Sírvanse otro traguito para que hagamos salud por este reencuentro hasta que amanezca.
- Oye,…oye… hora, hora, dijo entonces Juan Manuel mostrando su reloj, levantando su bastón, como dando a entender que era tiempo de retirarse y dejar dormir a la dueña de casa. ¡Vamos! ¡Vamos!
- Juan Manuel, nosotros tuvimos lo nuestro cuando éramos jóvenes, pero jamás pasó nada importante. Te invito esta noche a nuestro primer encuentro trascendente, donde podamos evocar el pasado hasta que el sol esté alto y la tierra caliente.
- Pero como…, como…

Mientras ella decía estas sugerentes palabras, a él se le apretó la garganta de impresión al sentirse abordado así; pero ella lo tomó fuerte, con mucho cariño, de la mano y se lo llevó rengueando a su lecho. Este miraba hacia atrás, como en un gesto de justificar su inocencia ante el amigo, al ser llevado contra su voluntad.

Leonardo suponiendo una larga espera, se levantó decidido a retirarse de esa casa, pero los dos guardias armados se lo impidieron, diciendo que nadie se retira hasta que lo ordene su ama.

Ahora su ama duerme.

Poco antes del amanecer, apareció María Luz. Se sentó a su lado, le tomó fuerte la mano.

El preguntó por su amigo Juan Manuel, pero siniestra, ella sólo sonrió y se lo llevó a su cuarto recién cambiado de sábanas.


WIRIYO
2008

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