martes, 6 de abril de 2010

Raymond Carver, Chejov en Norteamerica, su vida y obra


Después de que Truman dejara caer sobre Hiroshima y Nagasaki dos bombas que destruyeran sus pueblos, mientras en Nuremberg se juzgara a los jerarcas nazis por “Crímenes en contra de la Humanidad”. Después de que Eleanor Roosvelt propusiera en Naciones Unidas una Declaración Universal de los Derechos Humanos, mientras en los Estados Norteamericano existía una discriminación de iure, en la Unión Soviética se enviara a los disidentes políticos a los Gulag o en Inglaterra y Francia existía dos clases de nacionalidad, la de aquellos que nacieran en su tierra y los otros, los nacidos en sus Colonias.

Después que tomáramos conocimiento de la dicotomía de esos hechos, nacerán dos mundos, contrapuestos, disidentes, contradictorios, excluyente; y no solo será un reflejo de la sociedad mundial, sino que también los descubriremos en cada sociedad, como la norteamericana. Este país marcado por uno de sus lados por el New Deal del Presidente Roosvelt e inspirado en las libertades de Tocqueville, país pujante gracias a la industrialización, la fabricación de autos en cadenas, la exportación al mundo del sueño americano y las licencias de Manhattan y Hollywood. Pero también será una nación encadenada por la desesperación del obrero, el desarraigo de los emigrantes, de la falta de dignidad de la población afroamericana, cuya desigualdad está inscrita en la ley; ese es el país de los granjeros de Cleveland, de las Camareras del Brooklyn, de los maquinistas de Detroit; ese es el país de Martín Luther King, del Gran Gatsby, de Ernest Miller Hemingway y también de Raymond Carver.

Es en ese ambiente, en que Carver llegará ha convertirse en un símbolo, en un ídolo para los jóvenes escritores, con un estilo agorero y derrotista representa la imagen mítica del escritor norteamericano que escribe en un lenguaje claro, simple y directo, hablando sobre temas que todo el mundo entiende. Con Carver los anónimos, los desamparados, los marginados encuentran una imagen digna en la literatura, una imagen en la que los sueños se hacen inalcanzables y los sentimientos evidentes.

Raymond Carver nace un veinticinco de mayo de 1939 en Clatskanie, un pueblecito de setecientos habitantes en el estado de Oregón, su padre Clevie Raymond Carver trabajaba, en los momentos en que se encontraba sobrio, de afilador de serrería. Su madre Ella Beatrice Casey, aparte de cuidar a sus hijos, sería camarera y dependiente. El hogar de los Carver estaba marcado por el estigma de la carencia de medios económicos, son los años de prosperidad de la posguerra y de privaciones para muchos, entre ellos, la familia Carver.

Raymond heredaría de su madre el carácter fuerte y directo y de su padre el alcoholismo que lo acompañaría por muchos años en un camino sinuoso, dejando demasiados heridos a su paso.

En 1957 Carver se casa con Maryann Burk, una chica de dieciséis años. Ese mismo año su padre sufre una crisis psíquica y física, debe ser hospitalizado y muere en una larga agonía, un año después Carver se desplaza junto a su Familia -ya tiene dos hijos- de Yakima a Paradise donde ingresa en la Chico State College.

Será en esta institución que comenzará su aprendizaje literario, en las clases de escritura creativa del profesor John Gardner, destacado escritor que reconocerá su vocación y lo alentará en su carrera. Bajo la órbita de Gardner comienza Carver a escribir sus primeros relatos y, entre sus mentores literarios, encontraremos grandes figuras de la literatura norteamericana como Sherwood Anderson, Ernest Hemingway, y John Cheever. Pero el escritor que verdaderamente marcó a Carver y su forma de escribir fue Antov Chejov.

Al escribir, Raymond Carver sigue sin distracción alguna los principios chejovianos: no a las efusiones verbales, rechazo de la metáfora, objetividad, veracidad y realismo en las descripciones, negación de los recursos elaborados y brevedad extrema.

Nos encontramos en los años sesenta y, en literatura, el interés está centrado en la ficción, las historias realistas se consideran pasadas de moda. Pero Carver no hace caso de modas ni tendencias, sigue sus instintos, como perro de presa, o animal herido, tiene claro lo que quiere escribir y, mientras tenga una botella de whisky cerca, nos mostrará su mundo, el de los desamparados, los antihéroes, los que no van a ninguna parte ni tienen ganas de llegar. De sus textos llegaría a decirse que tienen una claridad chejoviana pero una kafkiana sensación de que algo va terriblemente mal, de la sensación amarga de la lectura y la soledad.

Reinventa el relato corto, tomando como base los preceptos de Chejov, para Carver, el mayor escritor de relatos cortos que jamás haya existido, lo que no solo se reflejará en su propia escritura sino también en los otros escritores del realismo negro norteamericano como Bukowski pero particularmente en su amigo y compañero Richard Ford. Así se sienta las bases para la recuperación del realismo en los años ochenta.

Su universo literario se conforma alrededor de vidas simples, terribles y ordinarias, su personaje más atrayente es el antihéroe, eso es lo que le interesa, el que no hace nada, sino al que le pasan las cosas, el que las sufre sin quererlas, sobreponiéndose. Su punto de atención se concentra en los momentos en los que la identidad social del individuo se tambalea, hace caminar a sus personajes en un desfiladero, los somete a la tortura de lo cotidiano y logra embaucar en ello al lector.

Poco a poco, siguiendo los consejos de sus mentores Gardner, Richard C. Day y Gordon Lish, Raymond refina su estilo, haciendo de la consigna “menos es mas” su estandarte. Su prosa se convierte en un ejemplo de minimalismo, descarnamiento y laconismo.

Enemistado con su mujer y sus hijos, fue ingresado cuatro veces por alcoholismo en los años setenta y seis y setenta y siete en un hospital especial y el dos de junio de 1977, Carver deja de beber. Él mismo nunca supo explicarse un cambio tan radical y milagroso: “Me imagino que simplemente pretendía vivir”, es allí donde comienza su reconocimiento y sus obras se convierten en referentes de influencia capital para toda una generación de escritores.

Fue el mismo quien dijo “(r)ealmente creo que he tenido dos vidas diferentes”. El cambio es milagroso; se divorcia de su primera mujer, conoce a la escritora Tess Gallagher y establece con ella un noviazgo en que se mezcla el amor y la admiración por la literatura. Sus relatos, en este período (años ochenta) adquieren un tono más positivo y optimista frente a los tintes escépticos y pesimistas de sus historias anteriores. Su prosa se hace más humana. Es en esa época en que escribe “Catedral” obra que le proporciona a Raymond nominaciones para el Pulitzer y el National Book Critics Award.

En marzo de 1988 el cáncer se había extendido por su cerebro, en junio reaparece en sus pulmones y el diagnóstico médico es el de una irremediable sentencia a muerte. Chejov, habiendo recibido un diagnostico similar tres años antes de su muerte se casó con la actriz Olga Knipper. Carver, a este respecto, supera a su mentor y se casa con su compañera y colaboradora durante sus últimos diez años, Tess Gallager, el diecisiete de junio de ese mismo año y muere a los dos meses.

Su lenguaje es claro, engañosamente simple y directo, no busca esquinas ni recodos. Los relatos de Carver provocan una respuesta empática en el lector, parte a su obsesión por el detalle, por lo común y ordinario, por las pequeñas cosas que cada día nos ocurren imperceptiblemente.

El mismo nos dice que “(e)s posible, en un poema o en un cuento, escribir sobre cosas y objetos comunes y corrientes usando un lenguaje común y corriente pero preciso, e impartirles a esas cosas –una silla, una cortina, un tenedor, una piedra, un arete de mujer- un poder inmenso, incluso perturbador. Es posible escribir una línea de un aparentemente inofensivo diálogo, y transmitir un escalofrío a lo largo de la columna vertebral del lector. Esa es la clase de literatura que me interesa”.

En cuanto a los objetos incluidos en las escenas de sus relatos, Carver nos comenta: ”No quiero decir que deberían cobrar vida propia, sino que deberían hacer sentir su presencia. Si uno va a describir una cuchara o una silla o un televisor, no hay que poner estos objetos en una escena y luego abandonarlos”.

Uno de los recursos empleados por Carver para provocar esta sensación es el uso de su experiencia. Sus historias se nutren de hechos que él ha escuchado, de personajes que ha conocido, o de situaciones que ha vivido, al igual que Cortazar, quien en más de una oportunidad tuvo que trenzarse en disputas verbales e incluso llegar a los puños por inmiscuirse en conversaciones de extraños, Carver es un constante observador de su sociedad.

En muchas ocasiones se le critica la ausencia de finales nítidos en sus relatos, ¿pero no es ese acaso uno de los atractivos fundamentales de su forma de literatura? En sus escritos no se encuentra el trinomio básico de planteamiento, nudo y desenlace o bien el AIDA como nos enseña Fernando Valenzuela, sino que el elemento propio y justificativo de la calidad literaria de Carver es el de su economía, el nos dice que “(t)odo es importante en un relato, cada palabra, cada signo de puntuación. Creo mucho en la economía dentro de la ficción.”

Raymond Carver es el escritor del realismo negro norteamericano, para muchos su padre. En este sentido el pesimismo y la negatividad que rezuman sus textos surgen de su más íntima convicción: la de que la literatura debe estar ligada a la vida y ésta, la mayoría de las veces, para la mayoría de los mortales, no es sino un sendero plagado de obstáculos.


Juan Pablo Albar A. - Marzo 2010

1 comentario:

  1. Amigo Juan Pablo:

    Te felicito sineramente por tu aporte al escribir la crítica-comentario sobre R. Carver. Esto nos hace compartir con otros nuestro interés por la literatura y el conocimiento y trayectoria de artistas escritores, vivos o ya no vivos.

    Espero poder leer algo de Carver y encontrar esas maravillas que describes, en cuanto a economía del lenguaje y - es +. Celebro que puieda ser un influenciado de Chejov pues los rusos (Chejov, Dostovieski, etc) son maestros en el arte de la escritura psicólogica y realista, fuera de lo proipaimente colateral y accesorio o de aquello que no es literatura comprometida con la vida humana si no meras elpsis de las historias de las personas. Nos llenan de cuentos e historias inútiles y falsas, en el periodismo y la seudoliteratura que ya estamos cansados de oir repetir lo mismo. Pienso que un compromiso con la vida del arte y la literatura supera todas las realidades sociales que nos pretender priorizar. esos seres desamparados y marginales de Carver son la realidad misma de muchos abandonados a la suerte de una pésima dirección y políticas publicas ineficaces y acomodaticias.

    Realmente pienso, sin ser pesimista, que muchas cosas van mal en el mundo, como Carver, y ya ni vale la pena pretender cambiar nada.

    El realismo es un momento que, he leído, ha vuelto a aparecer como necesario para los escritores en los EEUU, hay necesidad de esto y sobre todo la omunicación espartana, precisa y entretenida, anclada en la realidad, como un diálogo entre un tú social y un tu individual.

    Historias no ficcionales, en los cuentos o relatos, en la prosa narrativa son anzuelos para lectores que gustan de cuentos breves, concisos, no retóricos, no metafóricos nio simbólicos, si no que gustan de los pequeños detalles de la vida ordinaria, sin complejidades
    ni demasiadas pretensiones.

    Disfrutar y observar la realidad es un buen comienzo para iniciarse en la escritura, algo así como inmiscuirse en la vida de los demás, contarlo, y registrar lo cotidiano. es desde allí que. creo, puede formarse el verdadero compromiso del escritor. No a las realidades macro si no lo pequeño es lo grande.

    atte.

    Cristóbal Salinas.

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