sábado, 17 de abril de 2010

El primer tren - Parte VI


Los detractores del tren

Vallejo en su afán de hacer de “El Copiapó”, la voz de la región debió dar cabida en su periódico a todo tipo de opiniones. El único requisito que logró establecer fue el necesario respecto con que las personas debían hacer ver sus pensamientos.

Dadas así las cosas, y puesto el ferrocarril en el centro de la polémica, las cartas que llegaban a diario a la casa en donde funcionaba el periódico se hacían cada vez más numerosas, haciendo subir cada vez más el tono de la discusión:

- Es verdad que el ferrocarril traerá sólo tragedias, cesantía y pobreza a nuestra región. Es verdad que va a matar mucha gente, mucho ganado y que el fuego de su caldera irá quemando el pasto, los árboles, las casas, los establos todo...

- Además, el precio que se piensa cobrar por los pasajes y el transporte de carga hará cada vez más pobre a la gente de esta región. Los pobres mineros podrán apenas pagar el costo del traslado de sus escasos kilos de mineral. Los únicos que harán negocio serán los accionistas de la empresa. Además, ellos serán los responsables de la miseria en que quedarán los cocheros, los muleros, los troperos y los birlocheros.

- Eso es una calumnia y por eso no hemos colocado su aviso, porque Ud. señala que los empresarios mineros que forman la Compañía del Ferrocarril son seres ricos y adinerados que tan sólo buscan su beneficio a costa del dolor y el sufrimiento de los trabajadores. Y nuestro diario no está para este tipo de injurias y atrevimientos.

Otra persona reclamaba por el hecho que el tren, entre otras peculiaridades, dispondrá de un coche especial para jugadores, al cual todos quienes se han enterado del hecho han comenzado a llamar la "Timba". En él se podrá jugar ruleta, dados, monte etc.. Aquello, señala quien suscribe la carta, que la empresa lo hace sólo para esquilmar a los trabajadores que bajen del mineral para embarcarse en Caldera. El norteamericano a cargo de la construcción del tren, con su mentalidad pragmática, aduce que a nadie se le obligará a jugar, pero todos sabemos que la ignorancia de nuestros trabajadores los llevará a gastarse todo su dinero tan sacrificadamente obtenido.

Otro de los aspectos más controvertidos y que sobretodo la iglesia se opuso rotundamente fue la idea de Williams Wheelwright de disponer un carro especial para que los novios puedan viajar de luna de miel. Se trataría de un coche especialmente acondicionado que iría en un convoy formado por éste y la locomotora y que se destinaría sólo para el uso de parejas de recién casados.

Esta descarada exhibición, considero que constituye un verdadero ultraje a la institución del matrimonio, decían en ese entonces alguno de los lectores de “El Copiapino”

Quienes se manifestaron desde un principio contrarios a la idea de instalar un tren para la región de Atacama fueron los dueños de las más de veinte mil mulas que permitían hasta ese entonces trasladar en sus lomos el material desde la mina hasta el puerto para ser embarcada. Igualmente ocurriría con los dueños de birlochas, carretones y carretas únicos medio de transporte de pasajeros de la región.

Hubo también un grupo de profesores, escritores e intelectuales copiapinos que pusieron su atención en el daño que podría causar al paisaje y muy especialmente a vegetación representada por los bosques que había en el trayecto entre las ciudades de Caldera y Copiapó si el tren utilizaba leña como combustible, tal como en principio se comenzó a hacer. Quizás parte de la desertificación que año tras año ha ido avanzando cada vez más en dicha zona pudo haberse iniciado con la depredación inicial que el tren provocó en los árboles de la zona.

Dentro de quienes se oponían a la instalación del tren el párroco de Caldera se convirtió en uno de sus principales detractores. Sus prédicas durante los años que duró la construcción estuvieron plagadas de alusiones catastróficas que el ferrocarril produciría en la región.

Pero al conocer la negativa de William Wheelwright de bendecir el tren, en la ceremonia inaugural su aversión en contra de las obra se transformó en una rabiosa y cada vez mayor indignación. Dijo que el norteamericano era un falso cristiano que concurría a sus oficios para estar bien con Dios y con el diablo y porque eso favorecía sus negocios. Pero que junto a las centenas de extranjeros que había traído para la construcción del tren solían realizar oficios religiosos y ceremonias protestantes. Que las faenas de la construcción del tren habían transformado la tranquila caleta en un antro de prostitución, juego y perversión, comparable con el Juan Godoy de los peores tiempos, cuando en el pequeño pueblo minero no había Dios ni ley. Habló después de sus aprehensiones respecto que el tren no tan sólo podría traer progreso sino que provocaría una invasión de desconocidos y gentes de raras costumbres que vendrían a cambiar todos los hábitos y costumbres, destruyendo definitivamente la sana convivencia que siempre había imperado entre los calderinos.

Vallejo en su momento también realizó algunas críticas a ciertos aspectos del proyecto que consideraba inadecuados y que no guardaban relación con su concepto de todo aquello que consideraba que contribuía al progreso de la región. Se opuso por ejemplo a la idea de William Wheelwright de destinar uno de los carros del tren como casino de juegos. La idea del estadounidense se basaba en aprovechar el exceso de dinero de los mineros para prodigarles un espacio de diversión. Al conocer la idea Vallejo se indignó y encaró al norteamericano señalando lo perverso de la misma que en definitiva iba a servir sólo para esquilmar sin compasión a los pobres mineros.

Los empresarios dueños de los numerosos arreos de mulas, carruajes y birlochos no fueron los únicos detractores de la idea de construir el tren. Ciudadanos comunes unidos a defensores de la iglesia contrarios a todo avance que significara un cambio en la vida y costumbres de zonas tan apacibles principalmente por estar tan distanciada del centro de la nación, iniciaron toda una seguidilla de rumores y cominillos respecto de lo que significaría la irrupción del tren.

"Es lo que la gente piensa", decían. “La verdad es que la gente piensa que esa máquina de fuego, que atraviesa con su bramido inmenso, los campos, los pueblos y las ciudades no puede ser obra de Dios, sino que esa máquina que escupe fuego es el vivo retrato del demonio”.

“El cuerpo humano, de acuerdo a lo que han dicho algunos médicos, no podrá resistir la velocidad del tren. Aseguran ellos que los pulmones no son capaces de efectuar la respiración en tales circunstancias”.

“Se trata de gente ignorante que tiene llena la cabeza de imágenes de la mitología del desierto y de los mineros, comentaba alguien en “El Copiapino” agregando que era necesario acceder al progreso con las manos limpias y el corazón y el cerebro abiertos. Deben considerar el tren como un aliado y no como un enemigo. Con el tren podrán viajar, llevar sus productos para ofrecerlos en otros lugares, además que la correspondencia y los diarios le llegarán en forma permanente”.

A su vez el cura párroco de Caldera en más de alguna de sus prédicas también se habría referido a los nefastos efectos – según él – que estaría provocando en la población la construcción del tren:

“La construcción del tren ha traído muchas dificultades en nuestra comunidad. La gente se ha visto menos preocupada de cumplir con las obligaciones de nuestra santa madre iglesia. Muchos no concurren a misa alegando que no les queda tiempo o que las faenas están muy alejadas de nuestra ciudad, por lo tanto lisa y llanamente no se presentan al llamado de la parroquia. Permanecen por meses en pecado mortal sin siquiera estar preocupados por dicha situación”.

En otra ocasión en carta que hiciera publicar en “El Copiapino” se quejaba diciendo:

“Son tantos los extranjeros que han llegado que la gente poco a poco se ha ido transformando y perdiendo cada vez más su religiosidad. Lo que ocurre que todos los extranjeros que han llegado a raíz de la construcción del Camino del Ferrocarril no son creyentes, o sencillamente son miembros de otras religiones. Incluso un grupo de norteamericanos protestantes ha llegado a fundar su propia asamblea de Dios”.

“Además, estamos consternados de saber que el tren también será usado como instrumento de pecado. Se dice que tendrá un carro en donde la administración del tren instalará un salón de juegos de azar. Una verdadera “timba” en movimiento. Imagínese Ud. que de atrocidades pueden ocurrir en un sitio así en donde la gente apueste su dinero. Además que sólo servirá para esquilmar a los pobres mineros que viajarán con el dinero reunido en meses, hasta Caldera para tomar un barco que los lleve a su tierra”.

“ Y eso no es todo, el norteamericano desea poner a disposición de los novios, un tren para que consumen su noche de bodas. ¿Se imagina Ud., lo lujurioso que significa destinar un convoy para exhibir algo tan íntimo y privado como es la primera noche de bodas?”.

Fin Parte VI

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